martes, 11 de noviembre de 2014

Hundidos pero a flote.

Es asombrosa la vida


Ese poder de que de un momento a otro en algún lugar del planeta esté naciendo un nuevo ser
Y a la vez, en ese mismo instante, en la otra punta del globo se esté apagando la mecha de otra persona.




"Todos vamos a morir"


Eso es una certeza que todos tenemos.
Algo que desde pequeños sabemos.


Nadie se cuestiona que todos vamos a morir, nadie se plantea nada con relación a esa verdad.


Es algo más cierto incluso que dos más dos son cuatro.


Entonces, ¿por qué si todos sabemos que vamos a morir nos afecta tanto la muerte?


Sea nuestra, de alguien cercano o de una persona que ya nunca tendremos la suerte de conocer.


Simplemente porque crecemos con la idea de la muerte, pero no la asumimos.


Para nosotros es algo tan abstracto, que para poder sobrevivir, para poder continuar día a día lo volvemos imposible.


Hacemos que se vuelva algo ajeno a nosotros.


Ni siquiera el que ha vivido muchas bajas está preparado para otra muerte más cuando sucede.


Intentamos que sea algo normal, razonable.
                                                                Pero la muerte no es razonable.


Desde bien pequeños enseñamos a los niños que las mascotas se muren, que la planta del balcón se marchita....incluso que las personas nos morimos.


Pero no lo asumimos.


Es una idea que nos resulta tan dolorosa; asumir que nunca más volverás a ver a alguien, que no volverás a escuchar su risa, que ya no habrá más días como los que habéis pasado.


Y por eso, porque la sola idea de imaginar que alguien cercano desaparezca ya nos hace un nudo en la garganta volvemos a la muerte algo etéreo, algo irreal que ocurre a los demás pero no a ti.


Estamos tan acostumbrados a escuchar muertes en la televisión, en los periódicos....que nos volvemos inmunes, que hacemos como que es irreal, como una película mala de sábado por la tarde.


Simple y llanamente para sobrevivir.


Porque solo hay algo peor que la muerte:
                                                             el miedo a ella.


No podemos vivir como si en cada esquina nos esperara la parca, porque sencillamente eso no sería vivir.


Pero todo esto es muy bonito hasta se apaga alguien cercano a ti o cercano a alguien que conoces.


Entonces esa certeza de que todos vamos a morir se vuelve pesada, tira de ti hacia abajo.
Te hace apreciar lo que tienes y a los que tienes.


Porque la oscuridad tiene ese poder, de llevarse a alguien, dejando ese horrible sabor de boca y ese vacío en el estómago de, ¿por qué tiene que pasar esto?¿ por qué esa persona?¿por qué ahora?...


Y nos toca continuar, como si la muerte no hubiera roto todos nuestros esquemas al acercarse a tu círculo.


Como si no te sintieras de repente desnudo e indefenso contra algo que no puedes evitar.


Quizás por eso duele tanto,
 porque es algo de lo que no puedes escapar y contra lo que no puedes luchar.




Algo contra lo que no te queda más remedio que reponerte, que continuar viviendo con la certeza de que más tarde o más temprano te tocará a ti.










Ayer le tocó a una compañera de la universidad.
Alguien que ni conozco ni conoceré, pero cuya ausencia es un soplo de dolor frío que a mi también me ha rozado.




Esta vez va por ti.






Descansa en paz.