jueves, 31 de diciembre de 2015

De mí para mí

2.0.1.5.

A diferencia del día de antes de unas elecciones, hoy sí que es jornada de reflexión.

Hoy es ese día que todos pensamos en lo que dejamos atrás, hacemos autoevaluación de lo que ha ido bien, lo que ha ido mal, lo que queremos cambiar y lo que ojalá que no me lo cambien.

Es el día de ponernos guapos porque a todos nos gusta estar bien para las presentaciones aunque sean de años nuevos.

Hoy escribimos todo lo que nos ha pasado, lo que queremos que pase y que nos encantaría que pasara. Miramos hacia atrás, a los que se fueron, los que ya no están. Los que llegaron y nos recuerdan que lo mejor está por pasar y a los que siempre estuvieron ahí.

A todos nos gusta recordar.

El último día del año, un día que no tiene relativamente nada nuevo, que quitando las 12 uvas poco se diferencia de esas noches en las que bebes hasta perder el sentido. La diferencia es que hoy se bebe para festejar o para olvidar un poquito más fuerte que otras veces.

¿Qué decir de mi 2015? si ya lo habéis dicho todo los demás por facebook o similares.

Empezaste con un dolor de piernas que pensé que ni llegaba a comerme todas las uvas y terminas con un extraño dolor, esta vez nada físico (bueh).

Este año tuve la oportunidad de acercarme a lo que se supone me gusta: los niños.

Las prácticas fueron una gran oportunidad para probarme antes los que en un futuro me juzgarán y para acabarlas con más dudas que nunca pero con muchas experiencias y recuerdos.
Y Enero se cerró por todo lo alto, porque las cosas que empiezan mal, no siempre tienen que acabar mal.


Febrero,  a ti: que puta fuiste.
Me enseñaste el efímero calor solo para que viera que también existe el frío.


Marzo fue tan yo, tan melancólico, tan sumido en recuerdos que no volverán que odié  -y odio- tanto a los veinte que a veces me desquician las agujas del reloj.

¡Qué injusticia que el tiempo nunca pare de correr!

Abril y mayo pasaron discretos, rápidos, intensos, con sus idas y venidas y con sus subidas y bajadas.

Y antes de darme cuenta ya era verano.

Un verano peculiar, rodeado de personas que fueron de paso pero que, como otras muchas veces, dejaron su pequeña huella.

Un verano con lágrimas de felicidad y orgullo. Un verano de gente que yo ya llamo familia.
un verano ante todo de tiendas de campaña, de sentimientos a flor de piel y de miradas.

Y con el verano, sus ceremonias, sus apretones de mano izquierda y sus abrazos se dejó atrás mucho más que el bikini y unas risas.

Septiembre, con su gran banda sonora real, volvió cargado de ilusión y de buenos propósitos y sobre todo cargado de 30 lobatos dispuestos a enseñarme que nunca hay que dejar de aprender, que los más pequeños nunca te dejan de enseñar algo nuevo.

Y de nuevo el tiempo que no deja de pasar, el pasado que ya no volverá.

Para cuando me fui a dar cuenta octubre, noviembre y diciembre ya eran hojas arrancadas entre enfados, frustración ante la inutilidad humana y una nueva etapa.

Y ahora aquí estamos tu y yo, 31 de diciembre.

Tiene que ser bonito ser el último día del año.
Ese día lleno de buenas intenciones, de ganas de volver a soñar y de gente que realmente quiere dejar todo lo malo atrás.

Tiene que ser bonito ser el final cuando sabes que un "buen" comienzo viene detrás.


Y el 2015 ha puesto mi vida patas arriba.

Dejándome con un futuro aún más incierto, con más responsabilidades, con un nombre nuevo, con una pañoleta vieja, con muchos planes de futuro, con el aprendizaje de que el dinero no da la felicidad pero que todo esfuerzo tiene su recompensa, con mucha gente que ha entrado y sobre todo con gente que ya tenía que salir.

El corazón me ha dado tantos tumbos que realmente siento que este año es cuando ha empezado a vivir y al hígado dejémoslo cogiendo fuerzas.

Y realmente no sé que será de mi esta noche, ni como despediré el 2015.

No sé que me voy a poner, si voy a salir, ni si alguien me enviará ese estúpido mensaje a las 00:00 que todas las treceañeras esperan.

No sé con quién empezaré el 2016 (aunque mi cama parece que ha comprado todas las papeletas), no sé que me deparará enero ni quién estará conmigo para vivir todo lo que me llegue.

Solo sé que el 31 se merece que lo reciba con ganas y con fuerzas


Ya tendré tiempo para pelearme en ver de qué color pinto los otros 365 días






martes, 22 de diciembre de 2015

Somos el tiempo que nos queda

Querido 2015

Querido año, ahora que te vas, que esto se termina y que sé que no volverás me paro a pensar, a echar la vista atrás y a recordar todo lo que me dejas.

Aún no ha pasado el tiempo suficiente para que te eche de menos, para que sea capaz de mirarte desde lejos, con perspectiva y recordarte con ese cariño con el que recordamos las cosas que sabemos que no van a volver.

Es cierto que no has sido el mejor año, tampoco el peor.

Noviembre fue una puta, pero bueno, a eso ya estoy acostumbrada.

Algunos de tus martes fueron especialmente cuesta arriba y febrero empezó con un calor en el pecho que terminó siendo hielo.

Contigo he sudado, real y metafóricamente, más que nunca.

He sufrido en forma de apuntes que ni siquiera eran para mi y he disfrutado del orgullo de conseguir las cosas por tu propio esfuerzo.

Este año me he pegado las que yo creo que han sido las mejores fiestas de mi vida y las siestas más amorosas en compañía gatuna.

Obviemos el hecho de que tener un gato me ha hecho la persona más feliz del mundo, porque si solo me fijara en eso habría sido el mejor año de mi vida por goleada.

Cuando empezó el año me propuse aprovecharte al máximo, no dejar nada por probar, no quedarme con la duda del ¿y si.....?

Bueno, el resultado no ha estado mal; algunas hostias, que se compensan con lo bueno que he sacado de todo eso.

Este año he dicho muchas veces adiós, a veces esa despedida era necesaria y otras ha sido impuesta.
Pero también me ha enseñado a valorar los reencuentros.

Sin duda ha sido un año de tener momentos en los que no te cabe más felicidad en el pecho.

He podido escuchar a varios de mis grupos favoritos y por mucho que intente explicaros lo que es cantar a gritos tu canción favorita rodeada de una masa de gente feliz hay cosas que tienes que vivir para entenderlas.

He aprendido a vivir en soledad más que nunca, a valorar mi simple compañía y a asumir que solo cuando yo sea capaz de quererme al 100% será el momento de compartirme.

También he dicho muchas veces que no, ¡y Dios que bien sienta cuando lo haces de corazón!

He escogido mi camino de la horquilla dejando atrás una etapa maravillosa de la mejor forma y he ganado 30 personitas que me están enseñando cada día cosas nuevas.

He colgado mi pañoleta tricolor que paso a ser roja para volver a ser la de siempre.

He llorado de alegría, incluso cuando sé que técnicamente eso no existe.

Bailé, bailé mucho.
Bailé borracha, bailé en compañía y bailé sola cuando nadie me veía.
Bailé en mi habitación con la música a tope y también me bailó brevemente el corazón.

Y aunque no todo ha sido bueno, aunque hay cosas que no van a volver y nunca superaré el que el pasado no vuelva, sé que te vas dejándome muchas cosas buenas, muchas experiencias y el aprendizaje de que en la vida lo que importa no son las cosas que conseguimos, las notas que sacamos, el dinero que tenemos....lo que realmente importa son las personas con las que compartimos lo que tenemos, los momentos que vivimos y los lugares que visitamos.

Así que ahora que esto se acaba, toca proponerse cosas bonitas








y sobre todo esperar con ilusión que lo que venga en el 2016 sea, por lo pronto, tan fantástico como lo que se lleva el 2015.


lunes, 14 de diciembre de 2015

Chirría

Quise jugar a juegos de mayores y me di cuenta que estaba en otra liga.

Intenté dejar la mente en blanco y sentir, dejar atrás los pensamiento y a lo único a lo que le quité el color fue a mi sonrisa.

Me miré a los ojos a ver si en ellos me encontraba y ví mareas y huracanes que se avecinaban con sus ganas de cambiarlo todo.

Sufrí dislexia emocional al confundir un error con el clavo que me arreglara los problemas.

Olvidé que la vida está llena de demasiadas cosas maravillosas como para andar tonteando con la absurda idea de que puedes controlar el futuro.

De nuevo te busqué en los pasillos, en los autobuses y ventanas llenas de polvo que no dejaban pasar la luz

Tonteé con el fuego y me quemé


Y por encima de todas las cosas me convencí que podía crear un  sentimientos sobre unas cenizas aún sin recoger



De nuevo, qué equivocada estaba

sábado, 5 de diciembre de 2015

Suerte en esta vida que nos ha tocado

¿Cómo no voy a creer en la magia?

Si he cantado a pleno pulmón rodeada de mil personas, unidos, sintiendo que nos iba a estallar el pecho

Si he visto la mismísima inocencia en los ojos de un niño

Si con una mirada me han hecho sentir cosas que no sabría escribir,

¿Acaso eso no es magia?


Me vas a negar que cuando ves algo tan tremendamente adorable, que te hace pensar que lo malo no existe, que sientes que vas a explotar de amor, ¿qué me dices de eso?

Que yo he sentido a gente cerca estando a cientos de kilómetros,
que me he encontrado contigo, entre miles de personas, en un preciso momento y lugar

¿Eso no es mágico?

¿No lo es cuando ves a un viejito medio sordo  incapaz de escuchar nada pero si entender a su esposa?



Porque si cogerte un libro y viajar a un historia no es magia no sé que lo es para ti.

Por no hablar de todos esos hechos cotidianos que pasamos por alto, como llegar y que pase el tranvía; ver una película y sentir que tu forma de vida no es la misma o conocer a alguien y que te destroce todos los esquemas.

Porque si todo eso no es magia; si las cosas tiernas, los momentos bonitos, las increíbles casualidades y los instantes que crees que te va a estallar el corazón no son magia, entonces, ¿qué lo es?

¿Los trucos esos donde hacen desaparecer cosas?

Bien, hay gente que es capaz de hacerte desaparecer los miedos con las manos

¿Las palabras mágicas?

Créeme, conozco unas cuantas que hacen auténtica magia con las personas, lo que pasa es que ya cada vez se escuchan menos


Yo realmente creo en la magia, creo en la capacidad de los demás para hacernos mágicos y sobre todo creo en la magia de las pequeñas cosas, esas que nos hacen grandes.



Pero contestame, ¿acaso no es magia que después de conocerte no haya encontrado otras palabras como las tuyas?





Y si eso no es magia,  ¿se lo explicas tu a mis manos que te buscan en cada momento?