lunes, 18 de febrero de 2013

Adiós pecera, hola vida.

You won't understand....


Soy de cambios tontos, de esos que nadie nota.
Pequeñas motivaciones, cosas que rompen mi monotonía; como cambiar las hojas de la libreta lila por las verdes, cambiar de champú por otro que huela diferente o simplemente cambiar de botella de agua esperando que la nueva sepa mejor.
Y es que he llegado a uno de esos momentos en los que, como en la historia, todo está tan mal que hace falta una reforma. Un cambio de mentalidad, de forma de actuar y de orden de prioridades.
Puede que algunos cambios me alejen de los demás, hagan daño o ME hagan daño, pero las transiciones nunca fueron fáciles.
Sé que no es de buena amiga dejar tirado a la gente, gente que me importa, sé que no es el momento de escabullirme en otra piel, pero necesito por un tiempo dejarme mimar, ser yo de la que se preocupen, a la que le manden mensajes de buenas noches y no la que está todo el día intentando arreglar la vida de los demás.
Por eso hago esto, porque necesito un cambio, pero esta vez de verdad.
Basta de intentos fallidos.
Basta de ''mañana lo vuelvo a intentar, o la semana que viene, o cuando empiece el mes''
SE ACABÓ.
Ahora toca mirar mi reflejo y no reconocerme.




Ahora toca romper mis reglas.

lunes, 11 de febrero de 2013

Des larmes.

Escuchamos un trueno y antes de que termináramos de sonreír empezó a llover.
Era de esperar, a ninguno nos sorprendió. Y entonces lo vi, fue como un increíble déjà vu. Él llevaba ese chaquetón y el pelo empapado a ambos lado de esa cara que conocía tan bien. Entonces se alejó, dio unos cuantos pasos y en voz alta para que lo escuchara por encima de la tormenta que se acaba de formar sobre nuestra cabezas me gritó:
-¡Mira! ¿a que es genial?- y entonces abrió los brazos como si quisiera abordar todo el cielo con ellos, levantó la vista y supe que era él, aunque yo no era su ella. Miles de imágenes y momentos no vividos pasaron por mi mente. Estaba allí, era igual que como lo imaginé, tal vez más guapo, tal yo más enamorada y no lo pude evitar, corrí los pocos metros que nos separaban como si tuviera miedo de que estos se multiplicaran y lo abracé, él me cogió con torpeza, no se esperaba aquello.
- Bésame- le pedí con toda la cara empapada, con el corazón ahogado y el cielo negro tronando sobre nosotros.
-¿Qué?- preguntó, no escuche su voz, lo leí en sus labios, pero pude ver su confusión en los ojos.
Y no pude aguantar más y le besé yo.
Notaba su cara fría mojada contra la mía, sus manos torpes y sorprendidas encima de mi abrigo. Yo apenas tenía estabilidad y no era por el hecho de que estuviera de puntillas para llegar a su boca.
Entonces me separé, nos separamos y pude verlo. Un trueno acompañado de un relámpago casi instantáneo calló cualquier palabra que fuera a decir e ilumino su rostro.
Asustada vi que en ese momento todo se había roto.
Me di la vuelta y eché a correr, no me preguntéis a dónde, yo no conocía ese lugar, solo quería alejarme de él, no podía mirarle a la cara y sin embargo sabía que era absurdo.
Corrí unos cuantos minutos, sabía que lo llevaba detrás, crucé una carretera y un coche me pitó por abalanzarme hacia el paso de peatones.                                      No me importó.
Comencé a cansarme, a faltarme el aire, correr nunca fue lo mio. Tal vez debí haber hecho más deporte, por si alguna vez necesitaba escapar llegar más lejos.
Vi un portal con un pequeño techo y me escondí ahí.
                                                                          Sabía que me encontraría.
Así fue,. Un trueno y....de nuevo él, en frente, mirándome, con la respiración también agitada, sin comprender.
Yo no lo veía, solo me ahogaba en mi lluvia particular. Me dejé resbalar hasta el suelo donde me abracé las rodillas, a mi lado él hizo lo mismo, no dijo nada; estaba esperando que yo dijera algo.
Siempre era yo la que decía las cosas primero, pero esta vez no tenía nada que decir, nada por lo que disculparme, simplemente me tapé la cara con las manos y lloré.
Lloré por todos los amores frustrados, por todos los chicos que no fueron capaces de compartir un pedazo de su vida conmigo.
Lloré por todas esas noches que incapaz me dormía agotada.
Lloré, con él a mi lado, por sentirlo más lejos que nunca.
Lloré por todo lo que había callado y sobre todo, lloré por todo lo que nunca diría.


Luego simplemente me desperté. Pude oír un trueno a lo lejos, pude notar la almohada mojada por mis lágrimas.