miércoles, 18 de octubre de 2017

Pluma y cadena

¿Y si lo que nos destruye es a la misma vez lo que nos da la vida?

Fuerte, ¿no?
Explosivo diría yo.

Voy a explicar el por qué de la frase, siempre hay un porqué en la frase en cursiva.

Esta mañana, como cada mañana, estaba mirando mis "recuerdos" de Fb y me he encontrado con un artículo que mi sabio yo del pasado compartió.

Digamos que el artículo, por resumirlo, decía que actualmente padecemos la enfermedad de "estar siempre ocupados" y que eso nos impide conocernos y disfrutarnos a nosotros mismos. Que hemos pasado de "seres humanos" a "haceres humanos". Que no disfrutamos la vida, los cafés, el trabajo...que hacemos las cosas pendientes del tiempo y de lo que tenemos que hacer después.

En definitiva, que no vivimos, producimos.

Y estoy de acuerdo con ello, con tanta nueva tecnología que iba a hacernos la vida más fácil nos hemos alejado de las personas y ahora solo buscamos aprovechar hasta los descansos de 10 minutos.

Pero a la misma vez esto me crea un enorme conflicto, los que me conocéis sabéis por qué.

Últimamente he estado viendo la serie de Sherlock Holmes, y mi conclusión es que envidio a ese hombre y su cerebro (como todos supongo) pero sobre todo envidio su vida de retos, intelectuales y morales, una carrera de fondo donde cada día hay un enigma nuevo.

Porque yo no puedo estar en una terracita hablando con alguien hasta que se pase la tarde.

Miento, puedo.

Una vez, dos veces, tres veces....ya no más.

La ausencia de hacer cosas, el exceso de tiempo libre me provoca lo que llamo "ansiedad temporal", ansiedad de no aprovechar el tiempo, de no buscar retos (en su mayoría intelectuales), la falta de estar ocupada, de sentir que aprovecho mi vida.

¿Veis la contradicción?

Si hago muchas cosas me siento una más en la serie de producción, me siento máquina y no humana.

Siento que no soy yo.

Si me quedo en casa, cual alma libre, duermo cuando quiero, salgo cuando me apetece y dedico tiempo aleatorio a cosas "triviales" siento que desaprovecho la vida y ya sabéis cuál es mi mayor miedo.

Entonces...
¿existe ese equilibrio?

Sí, pero es una lucha constante para que la línea no se difumine.

Y eso, me hace libre y a la vez me ata al tobillo con una cadena.




Todo se reduce, de nuevo, a la batalla más anciana, la razón contra el corazón