sábado, 5 de noviembre de 2016

Cuando no hay tiempo para soñar despierto

3, 2, 1...

Cuando se bajó el telón todos los actores volvieron a sus vidas.

Cogieron sus chaquetas y retales y cerraron la puerta al salir.

La vida continuó, el paréntesis término y de ahí solo quedarán las fotos de la actuación, la mejor actuación de sus vidas.

Ya no hay nadie que encienda los focos, no hay nadie que de pie a la música

Nadie que mire a aquella luna creada por todos ellos

Y la sala se fue vaciando hasta de los más curiosos, esos que se habían quedado hasta el final, por el morbo de ver despedirse a nuestros protagonistas.

Y cuando todo acabó, los limpiadores prepararon el escenario para una nueva obra y el en el edificio ya no resonaban las risas.

Yo aún seguía ahí.

Como siempre, presa de los buenos recuerdos.

De los quiero y no puedo, de los si pero no.

Y cuando lo más difícil había sido superado fueron las circunstancias las que le cortaron la cadena que ataba el reloj a las horas y decidieron que hay actos que solo se representan una vez.

Que quedarse con la duda es una puta mierda,
pero quedarse con las ganas de más es devastador

Y los protagonistas siguen con sus vidas y yo, echando de menos unas manos escondidas, me limito a ser ahora espectadora de sus días.



Recordando que incluso cuando yo no era la protagonista de la historia acababa sufriendo más que el héroe que al final se queda sin la princesa.




lunes, 26 de septiembre de 2016

Igual que la pena en un bar

Sufro locura transitoria

Cuando noto el roce de tu piel,
cuando te pido que te vayas.

Cuando un día despierto y no te encuentro,
cuando pienso que a dónde coño va todo esto.

Sufro locura transitoria cuando te miro y no me veo,
cuando te pienso y no sonrío.

Y le he preguntado a mi peluche por ti,
por cuándo vas a volver.

Por cuánto va a tardar esta situación pasajera
esa que sabemos que tiene un mal final.

Le he preguntado si sabe cómo te llamas,
si ya puede decirme de qué color son tus ojos.

Pero me he cansado y lo estrellado contra la pared.
Ahora mira mi reflejo distorsionado.

Sufro locura transitoria,
de que la que no se pasa,
de la que tu pasas.

Será cosa del frío, de que ya no me calientas,
de que tu recuerdo es vago como mis ganas de trabajar.

O será que te cambie la cara,
otra vez otra cara inacabada.

Te busqué, te intenté, te perdí,
me sumí en unos quince años que yo ya había vivido.

Y como tener quince años no era la solución de un plumazo le di la vuelta al reloj.

Quise ser mayor,
quise que crecieras.

Sufro locura transitoria,
de esa que usas de excusa cuando nada sale bien.

De la de ponerte calcetines en pleno agosto,
y no saltar a la piscina porque el agua está muy fría.

Conte los versos pares,
los besos impares.

No me salían las cuentas así que deje de contarte cosas al oído.

Pero la línea es recta,
aún con subidas y bajadas.

Aún cuando escalas la pared sin nadie a quién agarrarte,
aún cuando las manos vuelan lejos y el suelo vuelve a estar firme.


Pero sé que es transitorio


Como tú,
como mi locura.

sábado, 24 de septiembre de 2016

Por lo(s) que he perdido

De nuevo me veo echando la vista atrás

Este verano he aprendido muchas cosas.

He aprendido lo que es trabajar más de 8 horas diarias
y a valorar el poco tiempo que te queda libre.

He aprendido lo que es levantarte temprano y morirte de calor
mientras todos están en la playa solo por poner tu granito de arena.

He aprendido que las fronteras no siempre son lo que creemos
y que puedes encontrar un amigo donde menos te lo esperas.

He aprendido que a veces merece la pena dormir poco
por vivir más.

También he aprendido que a veces es más lo que nos une
que lo que nos diferencia.

Y que al final, todos somos personas.

He aprendido lo que es culminar un proyecto
después de trabajar en él todo el año.

He aprendido lo que es verdaderamente trabajar en equipo
y lo increíble que es alcanzar algo todos juntos.

He aprendido que a veces por mucho que te preocupas porque algo salga bien,
a veces irremediablemente sale mal.

Que a los problemas soluciones y que los niños nunca dejan de enseñarte.

He aprendido que a veces hace falta alejarse para tomar perspectiva,
que nunca las cosas son lo que parecen.

He aprendido a estar a un lado y al otro,
pero que nunca tienes que quedarte en medio.

He hecho muchos kilómetros.
de distancia y de corazón.

Supongo que también me he perdido un poco,
pero me he encontrado en otras personitas.

Este verano he sido profesora, estudiante, traductora, scouter, bagheera, diosa griega, árbol de la sabiduría, brujo, miembro del team rocket, monitora, pinche de cocina, amiga a distancia e hija desaparecida.

Supongo que es normal que habiendo sido tantas cosas me haya olvidado un poquito de ser yo.

Y es que me he alejado tanto de mi zona de confort que he sido otra en otra zona, supongo que he tenido que volver a conocerme.

Y ha sido confuso, a ratos bastante difícil

Pero ahora que estoy sacando los pantalones largos, quizá tenga que guardar a esa otra yo con la ropa de verano.

Supongo que es momento de volver a ser solo Sara.

Ser solo compañera de piso, amiga, estudiante estresada e hija los fines de semana.

Y es que cuando tienes 21 años es difícil no equivocarte, incluso cuando crees que sabes hacerlo todo.

Es difícil que no te supere la situación, que no te pesen los kilómetros fuera de casa aunque sean los últimos 30 minutos antes de irte al saco a dormir.

Nadie es perfecto y mucho menos voy a serlo yo.

Y supongo que ahora que no soy nada de lo que fui este verano y me encuentro frente a frente conmigo misma,
ahora que vuelvo a ser esa que da mil vueltas a lo errores cometidos, tal vez sea momento de enterrar lo malo, aun cuando suponga llevarse parte de lo bueno para poder seguir sumando momentos.

Porque cuando las hojas caen a todos nos vuelven nuestros demonios.

Y no queda más que lidiar con ellos, tener presente lo aprendido


Resultado de imagen de perdón

Y tener claro que aún queda demasiado por aprender, sobre todo a perdonar(se)


domingo, 18 de septiembre de 2016

Si algo he aprendido este verano de ella.

Nos juzga la eternidad.

Me encantaba su vitalidad.
y no entendía cómo los demás no podían verla.

Sus ganas de comerse el mundo,
ese que a veces se le quedaba pequeño.

La capacidad que tenía para dormir 3 horas
y madrugar solo porque la vida se le queda corta si no lo hace.

Esa sonrisa que pone cuando te mira y no sabe qué decirte.

Las carreras que se pega cuando no llega al bus, no llega a clase o no llega a tu próxima caricia.

De su explosión de alegría
aunque a mi lo que más me gusta es el brillo de sus ojos.

Cuando te habla de su futuro, de su pasado o del sueño real de dejar el mundo en mejores condiciones de como lo encontró.

Y es que ella es movimiento,
es caos y noches de ponerse de morros sin motivo aparente.

Es un cartel de neón encendido a todas horas,
que a veces solo te pide un abrazo y otras te grita que saltes sin mirar.

Y la podrás ver en fotos, te podrán hablar de ella, podrás cruzarte con su reflejo en la biblioteca.

Pero realmente nunca la verás, porque es lo que pasa con la gente que brilla,
que la miras y no la ves.

Que pasa tan rápido, corriendo, saltando, hablando,
que cuando giras la cabeza ya ha doblado la esquina.


Hasta que la encuentres en cualquier bar
pegando saltos de alegría.




jueves, 8 de septiembre de 2016

Apunta y dispara al reloj

Quisiera que mi voz fuera tan fuerte


Muchas veces en mi vida me han preguntado que en qué pienso cuando escribo, incluso muchas veces mis amigas me han preguntado con una sonrisilla en los labios "¿por quién va tu última entrada del blog?"

Y es que no se cómo explicarlo, es algo que surge, que sale y que aunque quieras no puedes evitar.

Ya he dicho muchas veces que mi mente es como un gran submarino, con distintos compartimentos herméticos: están los recuerdos malos, cerrados bajo llave para que ni en los días blanditos pueda entrar; Están los recuerdos de infancia, las tareas de cosas por hacer y uno de mis favoritos: una habitación gigante para todos esos (im)posibles futuros en los que pienso cuando me acuesto y espero para dormirme.

Siempre he considerado una suerte tener la capacidad de pensar en varias cosas a la vez, de escuchar varias conversaciones a la vez.

Aunque a veces, sobre todo en época de exámenes, desee con todas mis fuerzas dejar de repasar los apuntes incluso mientras duermo.

Cuando escribo es diferente, es igual que cuando leo.
Los únicos momentos en los que mi mente se centra al 100% en una cosa.

Y todo lo demas desaparece.

Dejo de escuchar lo que me rodea, de prestar atención a lo que tengo delante.

No hay nada, solo están las palabras.

Hace años, cuando escribia historias, era mágico, iba andando por la calle, en el tranvía, en clase o en el baño y entonces aparecía.

Tan clara como una escena de película.

Y yo los veía, veía a los personajes escuchaba en mi cabeza sus voces, aún a riesgo a que esto suene a que me vuelvo loca, estaba ahí.

En la escena, en la historia.

A veces la esribia, otras las vivía intensamente como un recuerdo más y se quedaba ahí, en la habitación de todas las historias que he vivido sin ser yo la protagonista.

Y ahora mismo, no pienso. Solo siento.

Solo escribo.

Y no puedo explicar cómo sé qué escribir, es como cuando escuchas una canción que ya te sabes y sigues la letra despreocupada aunque haga años que no la cantas.

Simplemente lo sabes, sale solo, no lo puedes frenar.

Y a veces es tan fuerte que hasta en medio de la noche me despierto, y me desvelo yo creo que de la necesidad de escribir.

Y no siempre va por alguien.

No siempre soy yo.

Solo sale y tienes que escribirlo porque no te pasa otra cosa por la mente que estas palabras.

Y joder, quiero dormir la siesta y o te escribo o pierdo el tiempo porque al final todos mis pensamientos volverán aquí, a donde te deje, pendiente de pasar a palabras.

No siempre lo público, no siempre lo escribo en papel.

Pero siempre lo expresó porque sino se hace costra y luego duele cuando se cae.

Y a veces escribo tonterías, mierdas, jeroglíficos sin sentido

Muchas veces ni yo sé que significan

Pero están ahí y no se van si no les abro las puertas.

Y es magia

He llegado a vivir días enteros en los que he pasado más tiempo en mis historias y palabra que en el mundo real.

He sentido mucho, muchísimo más en palabras que en la vida real.

Aunque eso duela.

Mi vida nunca superará mi ficción pero yo al menos tengo la suerte de crear todo lo que no tengo.

De vivir en todos esos mundos y recuerdos en los que no se me ha permitido entrar como protagonista.

Y esto, es, una vez más una declaración, no de intenciones, no de emociones.

Es solo un momento más en el que todo se apaga y salen las palabras

Y joder, quiero dormir la siesta así que o las escribo o la pierdo.

Aquí estamos, una vez más, escribiendo lo que me sale.



Y nada más.

jueves, 1 de septiembre de 2016

Eso dijo la chica por megafonia

De la noche del 14.

Todo el mundo dice que cuando viajas es cuando realmente vives y aprovechas tus días.

Y es cuando vuelves de un viaje o incluso cuando comienzas otro cuando, sentada en el autobús, escribiendo en la parte de atrás de mi billete realmente entiendo a lo que se referían.

Son todos esas experiencias, esos momentos y esas vistas tan distintas de las que puedes tener desde tu ventana las que suman, las que hacen que los días cuenten.

Son esos días de dormir en el suelo, en un asiento de autobús o en una estación de tren los que te llenan de historias que contar.

Yo he tenido la suerte de, con mi pañoleta al cuello, poder visitar lugares y disfrutar de amaneceres para los que me faltarían palabras si alguna vez pretendo describirlos.

Ha sido con tiempo y perspectiva cuando he entendido que viajar es lo mejor que puedes hacer.

Irte una semana, un mes o toda una vida.

Coger la mochila, la maleta o dejarlo todo y marcharte.

Solo o acompañado.
A rodearte de gente o a aislarte.

Pero vete.

Sal y vive.

Porque solo conociendo lo que hay fuera de tu zona de confort podrás conocer todo lo que la vida tiene preparado para ti.

Porque vivir es precisamente ese sentimiento de incertidumbre, de miedo cuando cierras la puerta de tu casa y tomas rumbo a quién sabe dónde.




Porque vivir es que tu casa no sea solo un lugar sino todas las personas y experiencias que te acompañan cuando vuelves a ella.


miércoles, 20 de julio de 2016

Cuentame un cuento que no me deje dormir

Aullemos

-¿Y si te como a besos?- preguntó el lobo a caperucita en su primera cita.

Justo cuando ella empezaba a quitarse la caperuza observó que toda la vida había soñado con saber que había debajo de aquella capa roja, que había soñado con la historia de cuento de hadas, de final feliz y de perdices para cenar bajo el cartel de "The end"

Y fue entonces cuando comprendió que se había equivocado de cuento, que el solo quería tener una ilusión por la que esperar cada día a que la muchacha pasara por la linde del bosque.

Pero, y ahora que la tenía casi entre sus brazos, ¿qué sería de él? ¿que motivación tendría para tener esos ojos tan grandes si no era para verla mejor?

Y en ese momento, bajo la luz de la lámpara de lectura, el lobo asumió que hay veces que los cuentos es mejor que nunca terminen.

Y que hay historias de amor que encantan sólo porque son imposibles.



A partir de ese día que el lobo se dedicaría a ver pasar cada mañana a la chica de la caperuza soñando con que algún día pueda tener un corazón capaz de quererla mejor.

martes, 19 de julio de 2016

Haciendo equilibrio en el canto de tu piel

Preguntale al azar qué decidiste antes de empezar a jugar.


Al final todos volvemos a nuestro sitio, el agua vuelve a su lugar y el cauce sigue, tan idiota como siempre su caminar.

Pensando que cuesta abajo todo será más fácil, tan estúpida esa idea como la de que el que la sigue la consigue.

Hasta que se acaba la ruta y hay que saltar

Y es en ese segundo, en el aire, cuando ya no rozas el suelo con los pies cuando verdaderamente sabes qué es lo que quieres, cuando en tu corazón entiendes que hacía tiempo que habías elegido. Que la bifurcación para ti solo tenia un camino.

Y caes.


Y el suelo se acerca y tú, al comprender tu inminente derrota, no te queda otra que cerrar los ojos y esperar, inocente, que antes de saltar al vacío hubieras elegido el camino bueno.


miércoles, 22 de junio de 2016

Diluvio en ti

Ven, tú solo ven.

Te voy a follar la mente
como si nunca más fuera a rozarte la piel.

Te voy a dejar caer
como si no supiera de qué son tus heridas.

Voy a correr hasta gritar ¡basta!
por todas las veces que te esperé sentada.

Voy a seguir dejándote cartas
en los sitios que sé que jamás las encontrarás.

A mirar con cara de loca
a esos incautos que apuestan por un "nosotros".

Voy a seguir colgándome cosas al cuello
esperando que alguna de ellas sean tus brazos.

Y te voy a seguir echando de menos
una vez por cada día que tú me echaste de más.

Y es que voy a seguir cambiando la letra,
las palabras, las sábanas y a quienes habitan en ellas.

Pero ten claro que donde todo permanece,
donde apenas dejo que entre la luz,


Ahí, ahí es exactamente donde estás tú.





Jugando a ser invencible

miércoles, 18 de mayo de 2016

Practicaré la masturbación intelectual

A la deriva por el mar de tu incomprensión.

A veces me planteo que si no entiendo la vida a lo mejor es porque no es la adecuada, porque me he equivocado de enfoque y llevo 21 años mirando por la ventana que no es.

Porque la gente me pone nerviosa, con sus idas y venidas por tu vida como si pasearan por la calle mayor, por su sonrisas por un lado y estufidos por el otro.

¿Qué quieres, eh?

Dime, ¿QUÉ COÑO QUIERES?

Pero dímelo, porque yo no me entero y no os entiendo.

A los que estáis pero sin estar, a los que parece que queréis estar pero jooooooder, cualquiera lo diría.

Los dobles sentidos con los que yo siempre me quedo con el malo y no pillo el bueno.

A las tostadoras que calientan más siempre el pan de la derecha. Los que se quieren ir pero acampan en tu vida y los que son como mi ascensor, que a veces se cierran a la primera y otras puedes pulsar mil veces el botón que no hay manera de que se arranquen (vaya, eso me recuerda a algún que otro corazón)

Por no hablar de las subidas y bajadas.

De los ánimos que suben, de las autoestimas que bajan en forma de peluquera zorra que te hunde la vida, de los precios que suben y mis ingresos que como sigan bajando me van a hacer bajar pero a la esquina del polígono a subir otras cosas.

De las montañas de apuntes que parece que bajan y de la incertidumbre por el futuro que esa zorra si que crece cada día más.

Del ti, que no crece porque de donde no hay no se puede sacar, y del mi, que a ratos baja, a ratos sube y otras se quiere morir.

Del karma, que guarra es, que cuando vas ganando la partida te cambia las cartas para reírse de ti....esa si que sabe cagarte en el tablero.

Y aquí estamos, un día más, un día menos.

Preguntándome por qué la gente es tan complicada, por qué no hablan claro.

Si te gusta, ¡pues tírale!, que si sale mal mejor eso que no haberlo intentado.

Si no quieres hacer algo, ¡pues no lo hagas!, que la vida es corta para perder el tiempo viendo los días pasar.

Que si no te aporta nada, ¡dale puerta! que alguien habrá que la abra con más ganas.

Te lo digo yo, que de ver pasar oportunidades, trenes, días y personas algo sé.

Que no sé tratar con gente pero de ironías absurdas entiendo.


Y me agota todo esto, el estar mal, el estar bien, el tener hambre, el que el hambre engorde y tengas que pelearte con las ganas de moverte, la gente (Dios, sé que me repito, pero que difícil es la gente complicada).

Sara solo quiere dormir, que este verano no me muera de calor y que las cosas pasen, por naturaleza, porque es lo que tiene que ocurrir.

Sin que la vida se ría de ti.
Sin que te digan que no cuando es que sí.
Sin que se te escape la vida sin vivir.


No sé, dejarme, que tengo poco tiempo para estudiar, muchas ganas de sentir y nadie con quien ser simple y feliz.



Al final me dedicaré a escribir, a leer y a dormir.

viernes, 22 de abril de 2016

Tanta confusión y yo sin mi flauta amarilla

Al final, cuando todo acabe, cuando salgan los créditos y agradecimientos, cuando se enciendan las luces de nuevo y tengas que volver a tu vida.

Entonces, ¿qué?

Te quedan las desilusiones, la curiosidad por esas aventuras que se quedaron con las ganas de arramblarte la vida.

Te quedan todas esas veces que te podían haber arrancado el vestido y sin embargo lo volviste a colgar en el armario una noche más.

Se llevaron los errores y también los que no cometiste.

Se acabo el pintalabios rojo, sí sí, el rojo, el de las fiestas, el rojo putón.

Todos esos vasos vacíos y esas cervezas sin empezar.

Esas indirectas que nunca pillaste, esas que lanzaste sin darte cuenta y todas esas otras muchas que por miedo no pronunciaste, algún día lanzarás la piedra, esconderás la mano y te pillarán de lleno.


Todos esos, "Dios, que felices habríamos sido si la vida no fuera tan caprichosa" mientras te muerdes el labio y remueves tu Nesquick en un vaso de Nutella otra tarde más, pensando en las fiestas que dejas atrás y las tardes de biblioteca que te esperan delante.


Que los días pasan no lo olvides.

Y cuanto más claro tengo a dónde voy menos entiendo a los que viajan conmigo.

Los de los iconos por Whatsapp que acaban con puntos finales.

Las almas gemelas que se quedarán en tardes de soledad en compañía.

Y todos esos torbellinos de personas que tan pronto están para todo como desaparecen.


Bueno...siempre nos quedarán las ganas de vivir, de seguir intentándolo, de probar suerte, de visitar cuentos y esperemos, algún día escribir los tuyos propios.


Que si juntas palabras, pensamientos sin sentido, luces azules y ganas de que ocurra algo te sale esto.



Total, puestos a no entender la vida, que tampoco ella me entienda.


martes, 12 de abril de 2016

Dos líneas paralelas que nunca se cruzaron

Como el ruido de un vaso al estrellarse contra el suelo

Ahí estaba ella, apoyada en la barra esperando a que llegara su café.

Con la mirada clavada en el suelo de la barra como si le desvelara el mayor de los secretos.

¿En qué estaría pensando?

Tan hermosa, tan bella, con ese mechón que me gritara que lo devolviera a su lugar.

¿Las chicas hermosas piensan en lo hermosas que son?

Yo realmente pensaba que ella no se daba cuenta, no veía que de todas las cualidades que daban belleza a una mujer ella tenía la más importante de todas: la independencia.

Se le notaba a kilómetros que era libre, que nada de lo que pudieras proponerle iba a atarla.

Que ni aunque le pintaras el mejor de los castillos en el aire, ni aunque le regalaras la luna te daría más que un pedacito de ella.

Y que daría yo por ese pedacito....

Esa ilusión que tenía al hablar, hasta cuando te contaba el más tonto de sus locos planes le brillaban los ojos.

Por no hablar de cuanto te contaba sus planes de futuro.

A veces incluso juraría que con la luz adecuada era capaz de verle las alas salirle por la espalda.

Y yo como un mísero mortal debía contentarme con esos ratos que me regalaba, nunca suficientes para saciar mis ganas de tocar el cielo.

Contentarme con verla tomar café, incluso con que algunos los compartiera conmigo, con que me mirara con esos profundos ojos marrones que me hacían querer perderme y no volver jamás.




Porque en eso consistía la belleza de las personas independientes, en que pudiendo hacer algo por ellas mismas decidan compartirlo contigo.


martes, 9 de febrero de 2016

Cheshire

Lumos


Ayer trabajando la redacción personal con mis niños de 8 años en clase uno de ellos levanto la mano y me dijo "¿Qué significa orgulloso?¿es malo?"

A lo que el profe contestó que depende, que no es lo mismo ser orgullosa que estar orgullosa.

"¿Orgullosa de qué profe?"

Eso Sara, orgullosa ¿de qué?

De pequeña (y no tan pequeña), siempre he odiado las redacciones, sobre todo en inglés o francés donde todos los adjetivos eran dicotómicos, donde o eras alta o eras baja, o delgada o gorda, o guapa o fea; y tú, pobrecilla que no sabías más vocabularios te pasabas un examen personal donde tirabas pa' un lao' o pal otro.

De todas las redacciones que he hecho en mi vida, especialmente en castellano, creo que nunca he usado la palabra orgullosa. No soy orgullosa.

Y lo que es peor, nunca he estado orgullosa.

Nunca me he definido como alguien orgullosa de ser quién es.


Hasta ahora.

Que años después me preguntan qué significa estar orgullosa de sí misma.


Significa estar donde siempre has soñado estar.
significa hacer lo que te gusta y que los días no pasen porque sí.

Significa acostarse por la noche sabiendo que eres lo que quieres ser, con tus impurezas, con tus cosillas que hay que mejorar, con tus contracturas de siempre, con tu poca fuerza de voluntad con la dieta del lunes que dura hasta el miércoles, con tu dolor de pies porque debemos asumir de una vez por todas que los tacones no son para ti.

Significa ir por la gran vía y pensar que no sabes nada de la gente con la que te cruzas, pero que esperas que los demás noten lo feliz que estás.

Una sensación difícil de explicar que espero que todos sintáis.

Esta guay estudiar en lo que te gusta, esta guay tener novio, que te quieran, tener plan para el domingo y todo eso.


Pero mucho más guay es cuando te das cuenta que realmente estás estudiando lo que te gusta, que todo en tu vida está en equilibrio.

Que incluso cuando te cancelan un viaje y te dejan tirada antes de coger el avión, cuando se te rompe el móvil y te quedas incomunicada, en donde Cristo perdió la chancla y no te funciona el e-book.

Que incluso ahí estás viviendo la vida que quieres vivir.


Hace tiempo leí que si trabajas en lo que te gusta entonces no trabajaras ni un solo día.

Que ciertas son a veces las imágenes estás de Twitter y Fb con frases chorras....


Y es que aunque no todo es trabajar, sentir que tienes una vida llena, llena de personas que te quieres (aunque sean menos de las que te gustaría porque por fin aprendiste que a veces querer a alguien no es suficiente para que te quieran a ti de la misma manera), llena de momentos increíbles, de siestas calentitas, de abrazos de gato y abrazos de madre.

Lleno de cosas que llenan.


Y pensar que no estás gorda, estás rellenita de felicidad y eso es lo único que no quiero adelgazar en la vida (y las tetas, por Dios que no me adelgacen las tetas que ya desaparecen)


Porque siempre digo que cuando estoy feliz no escribo, que a mi me inspira la tristeza y las quejas de la buena vida que tenemos y no vemos.


Pero hoy vengo a decir que no es lo mismo ser que estar.

Que no estoy feliz.




Que soy feliz.

jueves, 21 de enero de 2016

Siguiente, siguiente, siguiente...


*Chasquea los dedos*

Hace años que escribo, no en sentido literal, quiero decir, sé escribir desde los 5 años que me enseñaron en la guardería cuando mi profesora, ilusa, me enseño a formar palabras sin saber que estaba dando un tonel de pólvora a quien no tardaría en encontrar una cerilla.

Pero hace años que me expreso a través de palabras, que hago cosas.

Y si tuviera que escribir un libro sobre mis 20 años en este mundo lo dividiría en tres capítulos. Sería uno de esos libros que cuando más interesante está de repente te aparece una página en blanco que pone

                               CAPÍTULO 2

Y te cortan en seco el hilo.

Pues mis 20 años tendrían tres capítulos.

El primero de ellos sería la infancia, donde estarían esos entrañables recuerdos de niña donde se mezclan sueños, historias que has escuchado muchas veces y cosas que crees haber vivido

El segundo de ellos sería toda esa etapa del colegio, el instituto....donde si que estás seguro de los recuerdos, donde podrías pintar personas y situaciones.

Y el tercero está claro que es el ahora, porque toda historia tiene que tener un final. En este caso está claro que es final abierto (dado que no podría escribir mi propia muerte, ya que a día de hoy me alegra no saber cuándo llegará)

Es cierto que es buena idea la metáfora del libro para representar la vida pero, ¿qué marca el paso de un capítulo al otro?

Tengo claro la diferencia entre el capítulo uno y dos pero, ¿en qué momento cambiaron tanto las cosas como para ir del dos al tres?

Nadie madura de la noche a la mañana.

¿Una mudanza?¿La entrada a la universidad?

Nah, realmente pienso que la universidad me cambió, pero la mecha ya se había prendido antes.

¿Entonces?

En qué momento empecé a invertir en experiencias y personas y alejarme de lo banal.

Sé perfectamente en qué momento de mi vida descubrí que el dinero no da la felicidad, en que día y qué lugar me di cuenta de que yo no quería tener mucho dinero, que eso nos hace personas horribles.

Pero, cuándo me di cuenta que vale más un café con una amiga que cualquier otra cosa.

lo que es peor, ¿cuándo empezó a gustarme el café?

En que momento descubrí que viajar también iba conmigo, que no tenía porque dejarlo para los valientes o los ricos, que todos podemos conocer otros lugares aunque sea a varios pasos.

No sé cómo me aleje de algunas personas ni como me acerqué a otras.

En qué momento me di cuenta de que yo también quería hacerme un tatuaje, y morir de frío por las noches subida a unas tacones.

Qué día se me complicó el quedar con alguien y comprobé que a partir de ahora cada momento con los amigos valía mas solo porque costaba más que se diera.

¿Y los sueños?

¿Cuándo abandoné unos, cumplí otros y sustituí otros tantos?

Y un día te ves escribiendo sobre tu pasado, de nuevo con más ganas de futuro de las que deberías y te preguntas qué ha marcado tu vida, qué te ha hecho como eres.

Qué marca el comienzo de otros capítulo, si tu no notas diferencia de un día para otro pero cuando te das cuenta has cambiado el camino, los compañero de viaje, las cosas de la mochila y los zapatos que llevas.

Que hay cosas que permanecen, claro está.
Pero, ¿y todo lo que ha cambiado?


¿Cuándo ha pasado?





Y lo que es peor, ¿estaré preparada si mañana ocurre algo que me haga empezar un cuarto capítulo?



jueves, 7 de enero de 2016

Latidos desafinados (por titular)

A veces me duele el corazón

Esta vez no hablo de metáforas, no es una entrada como las demás en las que camufló entre palabras lo que verdaderamente siento porque escribir que soy imbécil, que estoy feliz o que estoy triste así, a las claras, no va conmigo.

Bueno pues hoy me duele el corazón, así, a las claras.
Sin decorados ni cursilerías.

Algo me aprieta haciéndome pequeñita, me hace sentirme sola y me hace sentirme triste.

Porque a veces la realidad es la que es y no puedes mirar para otro lado.

A veces la realidad es triste, es una pena o hace que estés a las 2 de la mañana hablando sobre que te duele el corazón.

Y qué quieres que te diga, a ti que lo mismo buscabas un texto enrevesado que intentar traducir o unas frases con las que pasar tu madrugada.

Si es cierto que me duele el corazón y una parte de mi llora.

Hay veces que las cosas son como son: crudas, sin adornos y sin anestesia.

Y el por qué pierde significado, total mañana será otro día y pensaré que tampoco es para tanto.

Nunca es para tanto.

Pero esta noche me quedo yo con mi tristeza y sin adornos.


Y a veces la vida real, sin retoques, también nos hace valientes.

martes, 5 de enero de 2016

Mesa para dos

Yo, mi, me, conmigo

Alguna vez me gustaría quedar conmigo, conocerme en el más literal de los sentidos

Ir por la calle y encontrarme conmigo misma.

Así podría escuchar mi voz como la escuchan los demás, podría ver mis gestos, la forma en la miro el teléfono mientras ando despreocupada por la calle, la cara de concentración que pongo mientras estoy en el ordenador.

Me gustaría escuchar mi risa, a ver si suena tan estridente como dentro de mi cabeza.

Tomarme una cerveza conmigo misma y que alguien que no fuera yo me hablara de mis planes de futuro
Ver si se me nota la ilusión en las palabras.

Me gustaría sentarme conmigo misma en el bus y fijarme en la forma en la que muevo el pie cuando suena una canción de perreo en el aleatorio del móvil, y como cuando llevo 45 minutos sentada ya no sé cómo ponerme para que no me duela el cuello.

Ver esa sonrisa idiota que me sale cuando he quedado con alguien y lo veo acercarse a lo lejos

Y la frustración y pateticidad cuando pierdo el tranvía en las narices por las mañanas.

Me gustaría verme dormir a ver si de verdad parezco una buena chica.

Poder observarme, analizar mis expresiones y comprobar si por detrás se me nota tanto que nunca me peino.

La cara que pongo al leer o el esfuerzo cuando estoy en el gimnasio y pienso que voy a volver a casa sin un pulmón.

Como remuevo el café para comerme la espumita o como me lleno de salsa cuando me como un kebab.

Podría comprobar si es cierto que chillo mucho al hablar o que no sé ser disimulada cuando me piden que mire a alguien

Y puede que suene pretencioso o de creída pero me gustaría pasar un día conmigo misma sin ser yo.

Conocerme como me conocen los demás, ver los puntos fuertes y débiles desde fuera.

Tiene que ser bonito querer conocerse a uno mismo, a riesgo de que no te caigas bien.


Porque puede que no sea tan genial como me creo o que sea mucho más de lo que imagino. ¿Quién sabe?




Total, nadie es objetivo con su propia vida





domingo, 3 de enero de 2016

Entre folios

Pausa la vida que tengo que escribir 

En estos primeros días del año en el que todo son fotos de la noche del 31, de las comidas y cenas familiares y de buenos propósitos, no hago más que leer frases/fotos motivadores, artículos y videos de estos que te animan a que este 2016 consigas lo que te propongas.

Nos bombardean constantemente con la idea de que puedes alcanzar cualquier cosa que te propongas.

Bueno.... pues yo no lo veo así.

Dime, ¿qué gracia tiene la vida si puedes alcanzar todo lo que te propongas?

¿Dónde esta el esfuerzo por la incertidumbre de si al final llegarás a la meta?

¿Te esforzarías tanto por sacar ese examen si supieras de antemano que lo vas a aprobar?¿rechazarías ese trozo de turrón si alguien te susurrara al oído que no te preocupes que al final este verano el bikini te quedará de lujo?

Y así con todo. 

Qué quieres que te diga, yo le veo más magia al hecho de que tengamos imposibles.

Amores que sabes que por mucho que hagas nunca conseguirás,  pantalones que por mucho que te mates en el gimnasio nunca te podrás poner,  trabajos que por más que te esfuerces nunca lograrás esa palmadita en la espalda que tanto esperas de tu jefe.

Puede que sea una visión triste y gris de la vida pero yo lo veo totalmente al contrario.

Prefiero mirarte a los ojos y pensar que puede que algún día, quién sabe, se te crucen los cables y me veas de forma diferente a saber que sí, que guay, que te conseguiré si me esfuerzo mucho mucho mucho.

Será que a mi me gusta la incertidumbre, el misterio, el no saber si al final el bueno salva a la chica o si se va con el malo de ojos azules.

Llamarme tonta, pero yo cuando salgo a correr no miro la meta, sino el aguantar cada día más.
Si antes de atarme los tenis me dices que voy a correr 4 km se me harán tan sumamente eternos que puede que ni llegue a 3 y medio.

Y así con todo. 

¿Cómo pretendes que me ponga a estudiar si de antemano sé que no voy a lograr tal nota?

La gracia de la vida son los imposibles y sobre todo, los improbables.

Los gestos que sabes que no van a ningún sitio pero que te mantienen con vida, las medias sonrisas que no van a ser nunca nada más.

Prefiero dar el 100% de mi en algo solo porque creo en ello en este momento que porque pienso que "puedo lograrlo"

Así que a mi no me digáis que este año voy a conseguirlo todo, no me prometáis un futuro lleno de color que no valora el esfuerzo porque no lo quiero.


Yo quiero un año lleno de imposibles que puede que se vuelvan posibles



O que puede que no lo hagan.