sábado, 5 de noviembre de 2016

Cuando no hay tiempo para soñar despierto

3, 2, 1...

Cuando se bajó el telón todos los actores volvieron a sus vidas.

Cogieron sus chaquetas y retales y cerraron la puerta al salir.

La vida continuó, el paréntesis término y de ahí solo quedarán las fotos de la actuación, la mejor actuación de sus vidas.

Ya no hay nadie que encienda los focos, no hay nadie que de pie a la música

Nadie que mire a aquella luna creada por todos ellos

Y la sala se fue vaciando hasta de los más curiosos, esos que se habían quedado hasta el final, por el morbo de ver despedirse a nuestros protagonistas.

Y cuando todo acabó, los limpiadores prepararon el escenario para una nueva obra y el en el edificio ya no resonaban las risas.

Yo aún seguía ahí.

Como siempre, presa de los buenos recuerdos.

De los quiero y no puedo, de los si pero no.

Y cuando lo más difícil había sido superado fueron las circunstancias las que le cortaron la cadena que ataba el reloj a las horas y decidieron que hay actos que solo se representan una vez.

Que quedarse con la duda es una puta mierda,
pero quedarse con las ganas de más es devastador

Y los protagonistas siguen con sus vidas y yo, echando de menos unas manos escondidas, me limito a ser ahora espectadora de sus días.



Recordando que incluso cuando yo no era la protagonista de la historia acababa sufriendo más que el héroe que al final se queda sin la princesa.