sábado, 30 de mayo de 2015

Oesed

¿De verdad soy la única que le duele tantísimo el pensar que nunca más va a poder volver al pasado, que no podrá volver a vivir los recuerdos y que eso no se va a repetir nunca?

Me ahogo al pensar que esa felicidad no va a volver.

No digo que no pueda volver a ser feliz, que ese fuera la cima de la felicidad de mi vida, solo digo, que ya no habrá otra felicidad igual.

Habrá otros momentos tan o mejores incluso, pero ya no serán iguales.
Incluso si volvemos a estar las mismas personas, en el mismo lugar ya nunca será ese mismo momento.


¿De verdad soy la única que cuando piensa en las épocas buenas se le encoge el corazón que parece que te duele el alma?


Es que es un dolor físico, es.....asombroso e incluso hermoso.


No me considero una persona que viva en el pasado, disfruto mi presente y tengo altas expectativas de futuro, me gusta mi vida, me siento bien con las decisiones que tomé que me han hecho estar donde estoy ahora pero cuando pienso en unos años.

Cuando veo fotos, cuando leo las entradas del blog como si las hubiera escrito otra persona.

Y me agarra la melancolía, la envidia, la morriña....no sé que es pero me aprisiona y ya se queda unos días conmigo.



Estudiar es malo, cuando bajas el ritmo te encuentras con esos momentos en los que después de tantos días sin parar ni a pensar te ves con un montón de minutos para pensar en lo que quieras

Y vuelves.


Vuelves a las personas, a los lugares, a las canciones, ruidos, colores....
Vuelves a verte a ti, a ver cómo la gente ha cambiado.

La gente que se ha graduado, los que han asentado la cabeza, los que se han equivocado y hasta han arreglado sus errores.


Y tú.

Tan bonica, tan tú sin saber todo lo que te iba a pasar, sin saber que estabas viviendo una época dorada. Una de tantas.


Y quieres volver, no porque no estés bien aquí,
sino porque a todos nos gusta el calor de los buenos momentos.

La felicidad que no cabe en el pecho,
los momentos que solo valoras cuando los ves desde fuera, con el paso del tiempo.


Que curioso es echar de menos.

Tienes esa necesidad de decirlo, de volver aunque sea hablando con la gente de antes, recorriendo los mismos caminos o sacando los recuerdos a relucir.


Y les haces hueco entre los montones de apuntes, la vida ajetreada de la nueva época dorada que hasta dentro de unos años no serás capaz de valorar.


Es tan hermoso y doloroso a la vez que parece irónico que quepa tanto en algo tan chiquitito.


Pero qué se yo, si solo es otra época de post-exámenes, de gastar toda la energía que cuando te queda sin nada estás ahí, pasiva, limitándote a extrañar y a mirar el mundo.


Que como yo no me conoce nadie, y esta es otra de esas temporadas de nudo en el estómago, de echar de menos, de felicidad suprema seguida de momentos sin música.

Y es normal, porque a veces hay que pararse, tomarse unos días libres del mundo para ver la película de tu vida y agradecer lo que tienes, lo que no tienes y no poder tragar palomitas porque algo no te deja respirar.


Que el pasado no vuelve y eso es lo que lo hace grandioso






Incluso aunque tu sigas viendo a veces los ojos color coca-cola en el espejo