domingo, 29 de junio de 2014

Como un suspiro cuando nos falta oxígeno

Fuck off

¿Existe algo mejor que levantarte y mandarlo todo a tomar viento e irte?

No.

Creerme que no.

Las ocho de la tarde es el mejor momento para parar el mundo, para hacer que la vida siga. Sí, pero sin ti.

Y eso he hecho.

Me he levantado, he guardado lo que estaba haciendo y bajado la pantalla del ordenador.
Lo he suspendido todo.

Por una vez he dejado todo a medias, me he ido sin responder a skype, sin mirar WhatsApp y sin preocuparme en si las ovejas de la granja estaban alimentadas.

He plegado el ordenador y con él mis responsabilidades, mis preocupaciones y me he enfundado el bikini.

¿Cuál es el truco?

Dejar que la felicidad pase rápido, para no recrearnos ni darnos tiempo a cagarla.

Me he puesto el bikini y a las ocho de la tarde, antes de que mi padre me preguntara a dónde iba yo ya había salido de casa, antes de que nadie me reclamara por alguna red social he apagado el 3G y antes de que me pensara si el agua estaba demasiado fría ya me llegaba a la cintura.

Eso es felicidad.

No pensar.
                  Actuar.


No darle tiempo a la conciencia a decirte si está bien o mal, si deberías terminar lo que estabas haciendo antes de irte a bañarte, de contestar a alguien y no dejarle a medias o de pensártelo mejor antes de meterte en el agua congelada.


Y cuando lo haces te das cuenta de que las mejores decisiones son las que se toman con el corazón.

Y soy consciente de lo realmente ñoño-utópico que suena esa última frase, pero también soy consciente de lo mucho que merece la pena.

Porque cuando estas sola, en la inmensidad del agua, donde sabes que ningún sonido te molesta, donde no hay ruiditos de móviles, de ordenadores ni de nadie que te pide que hagas nada.
Cuando solo estás tú y las olas.

Eres consciente de lo realmente afortunado que eres.




Que la felicidad la tienes cada día contigo y eres tú el que decide cuando la sacas a relucir.


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