jueves, 18 de diciembre de 2014

Poco hace falta para sonreir

A veces pesa el billete en el bolsillo 


Desde bien pequeños escuchamos eso de que el dinero no da la felicidad.

Escuchamos esas palabras mientras nos bombardean con publicidad de productos que realmente no nos hacen falta

Nos crean absurdas necesidades, esa corriente de renovación en la que estamos ahora por la que no puedes tener un móvil más de un año, por la que cada navidad tienes que comprarle a tu hijo una consola nueva o por la que no te puedes poner la ropa de hace 5 años porque está pasada de moda.

¿Sabéis qué es lo que se ha pasado de moda?

Se ha pasado de moda el sentarte en un banco a comer pipas con tus amigos sin nada más que ellos.

Se ha pasado de moda el pasar horas y horas jugando a las cartas, sin necesidad de comprar unas nuevas a no ser que estén destrozadas o tengas la baraja incompleta (incluso más de uno ha dibujado la carta que faltaba en un folio, puteando al que le tocaba ya que todos sabían que tenía el tres de oros, o mejor el rey de bastos)

Se ha pasado de moda que lo bonito de la navidad sea la ilusión de los niños, el pasear por las calles con luces o ir a la cabalgata.
                                              Yo me acuerdo de cuando eso era lo bonito.

Y luego está esa palabra que no deja de salir en todos lados, que escuchamos en la radio, en el taxi o en la carnicería.

                                                      Crisis.

En crisis no estamos porque no haya dinero, en crisis estamos porque hay gente que es capaz de acostarse a dormir sabiendo que ha robado dinero cuando hay gente en la calle que no tiene un misero techo bajo el que resguardarse.

Crisis es que pasemos por al lado de una persona que pide en la calle y apartemos la mirada.


Yo no creo que estemos en una crisis económica,
Yo creo que estamos en una crisis de humildad, de humanidad,
                                             
                                          estamos en crisis de valores.


Y ahora que "gano" mi propio dinero, entendiendo por ganar el que haga algo para conseguirlo y no que me lo den mis padres.

Ahora me doy cuenta de que es cierto de que la felicidad no se mide en dinero.

Por fin he sido consciente de que vale más dormir la siesta un frío día de invierno, o quedar con tu amiga sin tener que estar pendiente del reloj porque no te da tiempo a "hacer tu trabajo" que todo el dinero que te puedan pagar por ello



Porque lo bueno de la vida no es comprarse un vestido nuevo cada nochevieja, sino salir con tus amigos a empezar el año con la gente que te importa.


Que un móvil nuevo está bien, pero cenar con tus amigas, olvidándote del WhatsApp, de los exámenes y del madrugón del día siguiente.
                                                           Eso es lo que no se compra con dinero.


Porque al fin y al cabo lo único que vale más que los billetes es el tiempo.
                                Que es lo único que ni se compra, ni se vende.


Y  es lo único que todos tenemos, lo que nos hace iguales, lo que elimina las diferencias.


De manera que, yo no sé vosotros, pero yo voy a dejar de permitir que un trozo de papel me deshumanice, me convierta en lo que no soy y me robe lo único que nos queda.



El tiempo.


Así que deja de leer esto, llama a tus amigos e invitales a un café, a una cerveza, o a un chocolate con churros.
Cuando pases por al lado de alguien que necesita ayuda no te apartes, y si no puedes hacer nada por él, regalale una sonrisa.

 Que en verdad, esa es la única felicidad que se compra con dinero.

1 comentario:

  1. Cómo me gusta esa sabiduría de Sarriu. Que así siga siendo, ideales antes que ambiciones, y felicidad basada en la ternura, la simpatía, la complicidad, de las horas pasadas en buena compañía.

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